lunes, 18 de octubre de 2021

Los expertos

 Creo más en el homo faber, el que fabrica, que en el homo sapiens, el que sabe, o cree saber. Creo débilmente  en el que sabe, o cree saber, sin margen para la duda, ése que sabe de una teoría llevada a la práctica de una construcción social, como son todas las profesiones y actividades que no se traducen en algo material, físico o tangible. Me cuesta creer en ese que se empeña en llevar  una teoría sólo demostrable dentro de ella frente a quien está predispuesto a aceptarla como tesis y no como hipótesis, pero virtualmente indemostrable en la práctica.

 En mi consideración el experto verdadero es, exclusivamente, quien dibuja, quien esculpe, quien maneja una grúa, quien hace un puente, quien conduce un coche, el cirujano, el albañil, quien sabe tricotar… el homo faber; todo aquel capaz de hacer algo tangible y en su materia se le puede considerar experto, es decir, maestro. El homo sapiens, cada día me inspira menos confianza. Entre otros motivos porque aceleradamente va abandonando el repertorio de cualidades humanas del instinto, de la intuición, del ingenio y de la imaginación propias del homo faber, a la máquina y a la inteligencia artificial en las que ya cree más que en sí mismo y se conduce conforme a esa su creencia.

  Hay muchas señales de la mutaciones para mal del homo sapiens acumuladas a partir de la Segunda Guerra Mundial y en España de su guerra civil. Pero pasando por alto cuarenta años en que se incubaba su progresiva estolidez, en estos tiempos recientes saturados de noticias, últimamente, por unas razones o por otras, los medios traen constantemente al primer plano de la actualidad y de la información a los expertos. Los medios, los periodistas, otros expertos, que en materias intangibles sólo considero “versados en”, en este caso “la noticia”, ponen el foco sobre aquellos. Los expertos… esos de los que el psiquiatra anglosajón Frederic J. Hacker dice que "son aquellos que cada vez saben más sobre menos cosas, hasta que terminan sabiéndolo todo sobre nada". Esos, digo yo, que se retroalimentan a sí mismos como expertos y alimentan su importancia a la hora decidir en un problema, personal o no, por encima de cualquier otra capacidad humana de un no experto.

 Nos abrumaron con el dictamen, que no en este caso el parecer, de los expertos en el episodio del virus de moda, que situaban en la “comunidad científica”, el centro de la verdad, cuando era notorio que dicha comunidad estaba dividida aunque prevaleciese en la práctica un criterio. En todo caso hoy día se llama ciencia a cualquier cosa: “ciencias políticas” o “ciencias de la información” son dos ejemplos. Ahora se habla incluso de “comunidad científica de financieros”. ¿Qué clase de “ciencia” encierran esas especialidades que respondan a los principios y metodología de lo que hasta ayer ciencia era “sólo” un conjunto de conocimientos relativos a las exactas, a las físicas, a las químicas y a las naturales? ¿A qué obedece ese subidón de nivel en materias tan resbaladizas, tan imprecisas y tan cenagosas como son el periodismo, la política, las finanzas y los asuntos de la sociedad?

 Ahora, con ocasión del estallido del volcán de La Palma, vuelven a hacer acto de presencia los expertos. Menos mal que si en el asunto de la pandemia el poder político plasmó al completo el potencial de la biología y de la epidemiología en prescripciones por decreto, en el caso de la erupción de la isla de La Palma los expertos son mucho más prudentes. Han de serlo, porque mientras al virus nadie lo ve ni lo vio e incluso era indiferente verlo o no verlo, la erupción, la lava, la ceniza y los fatales efectos de los tres a la vista del mundo, y la incertidumbre les obliga a no pasar de estimaciones basadas en su ciencia, si, pero sobre todo en lo contingente de lo que va sucediendo a ojos vista. Actitud que de ningún modo necesitaron adoptar los expertos de la tanda precedente en materia de salud. Los del volcán van comprobando sobre la marcha lo arriesgado que es un vaticinio… La naturaleza, tan viva y descarnada, supera cualquier esquema previo sobre semejante y grandiosa fenomenología. Por eso, a diferencia de los tajantes mensajes lanzados por los expertos y sus acólitos, los políticos, durante la pandemia, en este caso de La Palma el experto describe la acción posible de lo que no se ve y en lo demás hace conjeturas. Algo que, casi está al alcance del profano terriblemente afectada su vida, presente en la escena del fenómeno telúrico. Pues una cosa es que el experto sea un estudioso y conozca el comportamiento aproximado de toda clase de volcanes, y otra que deba esperarse de él un pronóstico tras otro sin un amplio margen de error. Y, por lo que se va viendo, en vulcanología la predicción v está muy cerca de la adivinanza.

 Así es que cuando no son los epidemiólogos y sus socios, los políticos, son los vulcanólogos y los sismólogos, y cuando no, los médicos, los politólogos, los juristas, los periodistas… Y adiós así, al sentido natural de las cosas, de los hechos y de los desastres naturales. Y con ello, adiós también al sentido de la salud propia, al sentido de lo justo y de lo injusto… Ahora tenemos hambre o sed, sólo si lo dice un manual de autoayuda.

 Y con esto no quiero decir que esté en contra de los expertos en materias volátiles, construcciones sociales, como el derecho, la política, el periodismo, incluso la medicina no quirúrgica, etc, oficialmente reconocidos como tales. Ellos en realidad no tienen toda la culpa de la desconfianza que me inspiran. Como tampoco la tiene el científico verdadero, del nervioso afán de los periodistas, de los medios y de la masa en general de que aquellos den a todo respuesta concluyente que los verdaderos científicos por principio nunca pueden dar. Pues el experto, por saber mucho sabe también lo mucho que ignora. Pero la sociedad post moderna, soporta muy mal la duda, la incertidumbre. El individuo común no resiste la idea de que no se le dé respuesta a todo lo que le agobia. No soporta no saber el ¿por qué he enfermado?,  ¿por qué ha estallado el volcán? ¿cuánto tardará la lava de desembocar en la mar?, ¿por qué soy pobre y mi vecino rico? El individuo de hoy busca denodadamente relacionar el efecto con su causa. Dije que el individuo de la sociedad post moderna confía más en el experto que en sí mismo. Sin embargo, pese a ello, lo esconde, lo escabulle mostrando su “saber” sobre el de los demás. No sé si la educación también, pero desde luego sí sé que los medios precisamente son los que tienen mucha culpa de todo esto. Cuando hablo de construcción social les incluyo también a ellos como los principales fabricantes de “realidad”. Ellos son los más efectivos “educadores” de la multitud. Y en cuanto a los expertos, y para terminar, son consecuencia de la especialidad. En definitiva, los especializados en materias cada vez más troceadas. Pero eso es lo que me hace desconfiar, porque cuanto más saben, creen saber, de una cosa, y más celo ponen, menos prudentes me parecen y más se alejan de la visión panorámica, general y holística de la realidad…

 Jaime Richart

28 Setiembre 2021

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