¿Quién, desde el poder político y la libertad de mercado puede someter mediante el intervencionismo económico, a la economía y los poderes económicos y financieros de todos los países y del mundo, los responsables principales del desastre climático?
viernes, 12 de noviembre de 2021
Las Cumbres. La economía sometida
jueves, 4 de noviembre de 2021
La elocuencia en política
El nivel de la elocuencia de un orador se mide por la dificultad que presenta el adversario en su turno de palabra. Pues bien, el parlamento español es patético. No creo que haya alguno en el mundo donde la dialéctica sea, no ya menos brillante sino más penosa.
Los enemigos de la justicia social y del humanismo, tan primarios, toscos y maliciosos son sus argumentos, no ofrecen dificultades en las sesiones del parlamento. Ellos, ni escuchan ni quieren escuchar. Su mentalidad rígida e inflexible es incompatible con el diálogo. Por lo que, en el fondo, la elocuencia de quienes la lucen es una elocuencia tan inútil como fácil. No muy diferente de la que toda persona razonable despliega ante un bribón, un canalla o un loco para hacerle entrar en razón. Por eso, lamentablemente, esa elocuencia es artificial y carece de valor dialéctico, como carece de otro valor que el de la fuerza bruta la dialéctica de las pistolas…
Elocuente sería comenzar una intervención en la tribuna del Congreso diciendo más o menos lo siguiente:
“Me van a permitir sus señorías que empiece diciendo que no sé siquiera por qué voy a decir lo que he decir… Pues lo que voy a decir va dirigido a los enemigos no sólo del social comunismo, sino también de la justicia social y del humanismo. Me refiero a quienes se sientan en esa bancada. Y esos y esas diputados, ni escuchan ni quieren escuchar. Por lo que todo lo que diga será inútil. Sólo podrá tener alguna utilidad, eso espero, para la otra parte del hemiciclo, que es la que habrá de comprenderlo y valorarlo en la medida que tiene de razonable para representantes del pueblo razonables.
Esta especie de humanos no sólo es intolerante, es que hace alarde de su absoluta intolerancia. Una intolerancia, por cierto, muy particular, porque es la que dispensan a los demás, en la medida que son, todos ellos, tolerantes, condescendientes consigo mismo. Su rigidez mental raya en lo paranoico. Y en estas condiciones, tal como entienden los bien nacidos el bien común, no cabe esperar ni un sólo destello de lucidez constructiva por parte de quienes es su costumbre desvariar…”
Intervenciones similares a la que acabo de exponer serían elocuentes, pues la elocuencia tiene mucho que ver con el arte de la oratoria pero también con la oportunidad de tiempo y lugar. Y la posición que ocupa ese ejército de ultraconservadores es en este tiempo peligrosa por prominente, a la altura de la que ocupa también en la política de otros países europeos…
Jaime Richart
4 Noviembre 2021
El ocaso de la lógica ordinaria
Los efectos del imperio de una ideología en su conjunto imposible de contestar y contrarrestar con el pensamiento autónomo y con corrientes de pensamiento personalizadas, son cada vez más acusados.
29
Octubre 2021
Sobre Arte, raciocinio y sentimiento
Conversando con un amigo pintor sobre una obra maestra del director de cine sueco Ingmar Bergman titulada Secretos de un matrimonio (obra que, salvando las distancias del tiempo y otros posibles registros de importancia y calidad, estimo está a la altura del Hamlet, de Shakespeare o del Fausto, de Goethe), acabamos hablando de arte. Él hablaba sobre todo del arte abstracto en todas sus modalidades, y de que si cuentas con un maestro (él lo fue de Bellas Artes) o un guía, en definitiva un tutor de los que hoy día difícilmente nos podemos zafar, tal es la insistencia en el tutorial, alguien que te ayude a comprender una obra abstracta, puedes disfrutar de una pintura, de un cuadro o de un lienzo cualquiera de ese estilo. Y puso como ejemplo el Guernica, la famosa obra de Picasso...
Yo, sin quitarle la razón, nunca se la niego a nadie pues todo el mundo la tiene en unas dosis u otras, le respondí que no soy yo precisamente un necesitado de tutores para experimentar el goce estético; que para mí el Arte por sí mismo tiene la cualidad de absoluto. La comprensión de una pintura a través de un intermediario es, puede ser, un complemento de la emoción estética de quien lo demanda. No tengo nada que objetar. No es mí propósito en la vida dar lecciones a nadie. Es tan frecuente en España encontrarte con quien acostumbra a hablar ex cátedra que prefiero siempre dar cuenta de mi posición personal respecto a cualquier materia. Con ello espero neutralizar toda controversia. De modo que yo no solamente me niego a recibir la ayuda de un entendido en pintura o en música, las dos bellas artes con las que me deleito, es que me parece perturbador para mi eventual emoción estética ante una obra de arte, su intelección. Entiendo, como dije antes, que el Arte es autosuficiente. Esa es su propiedad más excelsa. Lo sublime es inefable, y toda obra de arte, en uno u otro grado, tiene partículas de textura o naturaleza superior. Sobre todo para quienes precisamente no somos expertos y para quienes aún siéndolo, no se comparan ni se miden con el autor de esa pintura o esa composición musical que contemplan o escuchan…
Le puse el caso del chiste o de la broma como ejemplo burdo pero a mi juicio preciso para su interpretación. El chiste o la broma que no entiendo, explicada por su autor o por un tercero, después de no haberme hecho gracia tampoco me interesan. La emoción estética, el arrobamiento que experimento ante una pintura o una composición musical no va ligada a la fama de su autor. He disfrutado de obras de arte de autor anónimo, o cuyo nombre he conocido sólo al terminar su audición. Por otro lado, el impacto estético experimentado por mi persona ante una obra de arte, tiene muy poco que ver con la notoriedad y la importancia que Academias, marchantes o dueños de galerías hayan dado a la obra de arte. Es más, sospecho que ese afán de entender lo que en el mismo momento que se está ante la obra, prima facie, no se comprende, interfiere o bloquea la emoción estética. O, si se quiere, conduce a ésta a otras impresiones anímicas, psicológicas, mentales que, naturalmente, se alojan en el cerebro y no en el alma. Creo firmemente, en fin, que en materia de Arte como en la del amor, el raciocinio es incompatible con el sentimiento y por ello de todo punto no recomendable.
Jaime Richart
27 Octubre 2021