viernes, 12 de noviembre de 2021

Las Cumbres. La economía sometida

 ¿Quién, desde el poder político y la libertad de mercado puede someter mediante el intervencionismo económico, a la economía y los poderes económicos y financieros de todos los países y del mundo, los responsables principales del desastre climático?

 Si entre todos los países del sistema no se somete a la economía convencional, la Cumbre del clima en Glasgow, como las demás Cumbres, habrán sido una pantomima tras otra. Esta es la XXVI en veintiséis años. Hasta ahora, desde la primera en Berlín en 1995, no se ha avanzado ni un paso. Al contrario. Los esfuerzos e ingenios para neutralizar el avance del CO2 principal causa del calentamiento global y del cambio climático, no pasan de ser testimoniales. El plástico, por ejemplo, no ha sido superado, pues si es cierto que se ha conseguido reciclar, también lo es que al parecer el reciclado es más caro. De todos modos son muchos los factores contaminantes a los que se puede atribuir el cambio del clima, todos provenientes de la acción humana. Con lo que, si no se consigue doblegar a la economía, lo más probable es que a la larga o a la corta se acabe colapsando la biosfera.

 Y el problema parte de que, siendo la política una mera superes­tructura cambiante de lo económico (Marx), mientras la socie­dad humana no consiga que la política deje de ser absolutamente dependiente de la economía, que es lo que sucede al menos en el reino de la ideología capitalista y neoliberal de los países a la cabeza de todo, no habrá mucho que hacer. Son numerosos los efectos producidos en las sociedades y en el planeta que se ba­san en esa ideología. Por eso, no será posible la regresión a las condiciones medioambientales primigenias mientras los argu­mentos economicistas preponderen en la teoría y en la práctica sobre todos los demás; empezando por la política. Pasa lo mismo con los propósitos de cambiar el signo de la propia eco­nomía. Mientras no se declaren prohibidos o proscritos los paraí­sos fiscales, las enormes grietas por donde desaparece de hecho de las riquezas nacionales, en detrimento de la parte de la sociedad más débil, un inmenso número de millones, no habrá otra cosa que amagos o simulación de justicia social.

 La solución sólo puede estar en una inversión del predominio. Vivimos en un sistema en el que la política es absolutamente dependiente de los poderes fácticos: es decir, de la economía y de las finanzas. Ellas son el becerro de oro, el fatum. Por eso, todos los intentos, también los de la socialdemocracia cada vez con menos fuelle, se estrellan con esa realidad. De ahí el fracaso clamoroso, uno tras otro, de las XXV Cumbres anteriores.

 Porque, dígase lo que se diga, cualquier iniciativa política que, dentro de un sistema cuya naturaleza está frontalmente opuesto a cualquier clase de intervencionismo estatal en lo privado, sólo puede consistir en penalización económica, impositiva, etc  se estrellará contra la resistencia feroz de los ciclópeos intereses de las empresas que contaminan. Por lo que  sólo una política capaz de penalizar los argumentos capitalistas del tipo,todo por las ganancias”, o “el riesgo justifica el beneficio”, y hacerlos ana­tema, puede cambiar el sempiterno estado de cosas relacionado con este asunto. Sólo una política que fulmine la libertad de mer­cado y practique un intervencionismo certero, podría revertir las condiciones de la biosfera. De otro modo el capitalismo neoli­beral y la libertad de mercado que interactúan con materias ultra sensibles provocadoras del calentamiento global, sepul­tarán a la humanidad antes de que acabe con ella directamente el CO2.  Si no se consigue que la política se imponga al sistema, Cumbres como ésta y las anteriores seguirán siendo un espectá­culo infantil donde los niños se tapan la cara para no ver el desas­tre que se avecina.

 Por otra parte, disponemos de mucha información sobre los esfuerzos de quienes están en esta Cumbre con el loable pero casi fingido propósito de adoptar acuerdos. Pero nada informan las agencias sobre los motivos de China, India y Rusia para no estar presentes en la farsa; presentándolas así como naciones cuya población sumada representa más de un tercio de la mun­dial, que se niegan a cooperar. Pero es seguro de que sus razones no publicadas tienen mucho peso. Seguro que, más o menos tienen que ver con lo siguiente: como Rusia e India son capitalis­tas y China ha abandonado las bases del comunismo, aun conservando sin embargo los planes quinquenales, los gober­nantes de las tres naciones no se atreven a coartar dema­siado la libertad de mercado implantando o reimplantando el intervencionismo en sus respectivos países. Aunque también puede suceder que  se planteen que, aunque ellos consiguiesen domeñar a sus” respectivas economías domésticas, los demás países del sistema, los que han acudido a la Cumbre, al no cam­biar en los términos de la tesis que expongo aquí, sólo serán capaces de maquillajes que nada solucionarán. En suma, que si Rusia, India y China no han asistido a la Cumbre es para no parti­cipar de una nueva pero ya vieja comedia….

  Jaime Richart
 Antropólogo y jurista
 7 Noviembre 2021
 

jueves, 4 de noviembre de 2021

La elocuencia en política

 El nivel de la elocuencia de un orador se mide por la dificultad que presenta el adversario en su turno de palabra. Pues bien, el parlamento español es patético. No creo que haya alguno en el mundo donde la dialéctica sea, no ya menos brillante sino más penosa.

 Los enemigos de la justicia social y del humanismo, tan primarios, toscos y maliciosos son sus argumentos, no ofrecen dificultades en las sesiones del parlamento. Ellos, ni escuchan ni quieren escuchar. Su mentalidad rígida e inflexible es incompatible con el diálogo. Por lo que, en el fondo, la elocuencia de quienes la lucen es una elocuencia tan inútil como fácil. No muy diferente de la que toda persona razonable despliega ante un bribón, un canalla o un loco para hacerle entrar en razón. Por eso, lamentablemente, esa elocuencia es artificial y carece de valor dialéctico, como carece de otro valor que el de la fuerza bruta la dialéctica de las pistolas

 Elocuente sería comenzar una intervención en la tribuna del Congreso diciendo más o menos lo siguiente:

 “Me van a permitir sus señorías que empiece diciendo que no sé siquiera por qué voy a decir lo que he decirPues lo que voy a decir va dirigido a los enemigos no sólo del social comunismo, sino también de la justicia social y del humanismo. Me refiero a quienes se sientan en esa bancada. Y esos y esas diputados, ni escuchan ni quieren escuchar. Por lo que todo lo que diga será inútil. Sólo podrá tener alguna utilidad, eso espero, para la otra parte del hemiciclo, que es la que habrá de comprenderlo y valorarlo en la medida que tiene de razonable para representantes del pueblo razonables.

 Esta especie de humanos no sólo es intolerante, es que hace alarde de su absoluta intolerancia. Una intolerancia, por cierto, muy particular, porque es la que dispensan a los demás, en la medida que son, todos ellos, tolerantes, condescendientes consigo mismo. Su rigidez mental raya en lo paranoico. Y en estas condiciones, tal como entienden los bien nacidos el bien común, no cabe esperar ni un sólo destello de lucidez constructiva por parte de quienes es su costumbre desvariar…

 Intervenciones similares a la que acabo de exponer serían elocuentes, pues la elocuencia tiene mucho que ver con el arte de la oratoria pero también con la oportunidad de tiempo y lugar. Y la posición que ocupa ese ejército de ultraconservadores es en este tiempo peligrosa por prominente, a la altura de la que ocupa también en la política de otros países europeos…

Jaime Richart

  4 Noviembre 2021

El ocaso de la lógica ordinaria

 Los efectos del imperio de una ideología en su conjunto imposible de contestar y contrarrestar con el pensamiento autónomo y con corrientes de pensamiento personalizadas, son cada vez más acusados.

 No creo que sea solo consecuencia de la edad avanzada Pienso que, resumiendo mis observaciones y en un plano extraordinariamente objetivo, no sólo los políticos, los periodistas, los médicos y todos los expertos que están en el candelero y se manifiestan públicamente, a menudo toman por tontos a la población. Y en el plano comercial, pese a ser un ámbito éste en principio irrelevante, alcanza unos niveles que mueven a atentar contra las marcas de toda clase, sus agencias de publicidad y sus publicistas.  Eso, o ignorar deliberadamente todo mensaje publicitario.

 Pero en cambio creo que todo lo que viene sucediendo hace ya cerca de dos años, tiene mucho que ver con las sospechas que en muchas mentes y distintos centros de inteligencia independiente se vienen barajando; que, tanto aquellas como estos, detectan un presunto pero probable propósito de poderes difusos en la sombra pero perfectamente localizados, de cosificar, entontecer y embrutecer a los humanos para dominarles y extraer de ellos, como se hace con el cerdo, toda clase de utilidades y provechos.

 Me refiero a un universo humano sumido más o menos toda su vida en un sistema político y económico que por sí mismo infantiliza gravemente al adulto. Y al decir que infantiliza me refiero a la inmadurez adosada a una enseñanza, a una educación y a una instrucción regladas desde primaria que luego, en los estudios superiores, si los hay, se sigue recibiendo en sumisión. Todo lo que, con los expertos y los tutoriales, dos figuras que a su vez han llegado a adquirir una importancia primordial, a su vez dificulta y estorba considerablemente, si no anula, el criterio personal acerca de todo cuanto se nos dice desde los medios y desde las instituciones, y nos rodea en la vida cotidiana.

 De momento aprecio que la lógica ordinaria, esa lógica natural asociada al instinto personal, que en muchas cosas parece atrofiado, sirve de muy poco para comprender la lógica política pero también la lógica médica, al menos en España, e inclusive la “lógica” del mercado libre (en los términos que deseamos entender los profanos “mercado” y “libertad” a la luz de los límites imprescindibles para organizar la vida colectiva) que a todo trance propugna e impone el pensamiento neoliberal.

 Jaime Richart

29 Octubre 2021

 

Sobre Arte, raciocinio y sentimiento

 Conversando con un amigo pintor sobre una obra maestra del director de cine sueco Ingmar Bergman titulada Secretos de un matrimonio (obra que, salvando las distancias del tiempo y otros posibles registros de importancia y calidad, estimo está a la altura del Hamlet, de Shakespeare o del Fausto, de Goethe), acabamos hablando de arte. Él hablaba sobre todo del arte abstracto en todas sus modalidades, y de que si cuentas con un maestro (él lo fue de Bellas Artes) o un guía, en definitiva un tutor de los que hoy día difícilmente nos podemos zafar, tal es la insistencia en el tutorial, alguien que te ayude a comprender una obra abstracta, puedes disfrutar de una pintura, de un cuadro o de un lienzo cualquiera de ese estilo. Y puso como ejemplo el Guernica, la famosa obra de Picasso...

Yo, sin quitarle la razón, nunca se la niego a nadie pues todo el mundo la tiene en unas dosis u otras, le respondí que no soy yo precisamente un necesitado de tutores para experimentar el goce estético; que para mí el Arte por sí mismo tiene la cualidad de absoluto. La comprensión de una pintura a través de un intermediario es, puede ser, un complemento de la emoción estética de quien lo demanda. No tengo nada que objetar. No es mí propósito en la vida dar lecciones a nadie. Es tan frecuente en España encontrarte con quien acostumbra a hablar ex cátedra que prefiero siempre dar cuenta de mi posición personal respecto a cualquier materia. Con ello espero neutralizar toda controversia. De modo que yo no solamente me niego a recibir la ayuda de un entendido en pintura o en música,  las dos bellas artes con las que me deleito, es que me parece perturbador para mi eventual emoción estética ante una obra de arte, su intelección. Entiendo, como dije antes, que el Arte es autosuficiente. Esa es su propiedad más excelsa. Lo sublime es inefable, y toda obra de arte, en uno u otro grado, tiene partículas de textura o naturaleza superior. Sobre todo para quienes precisamente no somos expertos y para quienes aún siéndolo, no se comparan ni se miden con el autor de esa pintura o esa composición musical que contemplan o escuchan

Le puse el caso del chiste o de la broma como ejemplo burdo pero a mi juicio preciso para su interpretación. El chiste o la broma que no entiendo, explicada por su autor o por un tercero, después de no haberme hecho gracia tampoco me interesan. La emoción estética, el arrobamiento que experimento ante una pintura o una composición musical no va ligada a la fama de su autor.  He disfrutado de obras de arte de autor anónimo, o cuyo nombre he conocido sólo al terminar su audición. Por otro lado, el impacto estético experimentado por mi persona ante una obra de arte, tiene muy poco que ver con la notoriedad y la importancia que Academias, marchantes o dueños de galerías hayan dado a la obra de arte. Es más, sospecho que ese afán de entender lo que en el mismo momento que se está ante la obra, prima facie, no se comprende, interfiere o bloquea la emoción estética. O, si se quiere, conduce a ésta a otras impresiones anímicas, psicológicas, mentales que, naturalmente, se alojan en el cerebro y no en el alma. Creo firmemente, en fin, que en materia de Arte como en la del amor, el raciocinio es incompatible con el sentimiento y por ello de todo punto no recomendable.

Jaime Richart

27 Octubre 2021