domingo, 13 de febrero de 2022

La sociedad como zoológico

 Es posible que a la hora de hacer estos juicios de valor, mi edad sea determinante. Pero no cambiarán mucho las cosas por el hecho de subestimarla. La refutación sólo habrá de venir por argumentos en línea con lo enseñado y aprendido bajo la enseñanza básica y superior en sumisión, en línea con la metodología del aprendizaje. Al final, la autonomía de la voluntad personal decidirá. Pero si se refuta será por la principia petitio, petición de principio, es decir, dar por demostrado en las premisas del silogismo precisamente lo que se pretende probar. Una clásica petición de principio de primaria era: para ser verdadera una Iglesia, ha de ser universal. Es así que la Iglesia católica es universal, luego es verdadera. En el presente caso la afirmación de que la sociedad es un zoológico, como decía, no puede refutarse salvo a través del prejuicio de la enseñanza y la metodología. Porque siendo como es el ser humano un animal racional, no debiera haber reparos en poner todo el énfasis en su naturaleza animal, considerando la racional esclava de ella. 

 Permítaseme a este propósito de la falacia petición de principio, la siguiente digresión sobre algo que ha estado en boga durante dos años en las esferas del periodismo y de la comunicación españoles sobre la vicisitud sanitaria del siglo: la pandemia. Las noticias sobre los sucesivos efectos del virus y sus remedios, los sueros, se han basado en dos locuciones que han de haber revuelto el estómago del orbe científico, y de ser repulsiva para toda persona despierta. Una es “evidencia científica”. La otra es “comunidad científica”. Dos estribillos que a todas luces pretenden anestesiar al oyente, pese a que su único fundamento estriba en la credibilidad que le preste quien los escucha, al medio y al periodista que difunden la noticia, Pues la “evidencia científica” se pondera sólo en el laboratorio, pero no se proclama como un descubrimiento dogmático o un remedio repentino solo para tranquilizar al personal. Y la “comunidad científica” es un ente sin sede, está repartida por todo el planeta y es demasiado amplia como para que toda ella esté de acuerdo en todo respecto a un repentino avatar que ha superado al zoo, sea natural o intencionado.

 El ser humano, según las categorías aristotélicas y el sentido común, es más que el animal. De acuerdo. Pero cada día que pasa, a medida que voy acercándome poco a poco al fin de mi propia vida voy también cambiando mi óptica y regulo la lente de observación para examinar cada vez a más distancia cuanto sucede en la sociedad, en el zoo. De modo que mi visión del ser humano en particular y de la sociedad humana, el zoo, se va haciendo cada vez más borrosa en detalles a los que no presto atención porque no ofrecen novedad al ser siempre invariables.   Ilumino exclusivamente los relieves. Y entonces advierto cada vez en ambos, más rasgos de irracionalidad que de racionalidad. Si bien la presumo en individuos aislados que han contribuido a mejorar nuestra vida, absolutamente desconocidos.

 Que todo me parezca previsible, que preste cada vez más atención a que la historia es cíclica, que todo se repite en cuanto al hecho principal y la mayoría de las circunstancias que lo rodean no es tanto debido a mi erudición, que también, como a a mi carácter y a la experiencia. Pues, sin pertenecer a la naturaleza del augurio ni tampoco de la adivinanza, resulta fácil prever el futuro, lo que va a ocurrir a partir de una noticia de alcance, con un margen de error relativamente estrecho. En la mayoría de los casos, es tan fácil como saber el número que debe ocupar el espacio en blanco de una secuencia numérica para párvulos. Es más, las excepciones en el mundo animal son muchos más frecuentes que en la sociedad humana. La sociedad humana se reitera hasta la saciedad.

Por ejemplo, aun necesaria, la política es una simple competición miserable de engaños. Y en algunas sociedades, como la española, los políticos ni siquiera la amenizan con ironía o con humor en las sesiones parlamentarias.  Y la astucia, que es un artificio para engañar o para evitar el engaño, propio de la política, es entre los españoles demasiado burda o tosca como para que, al menos la ciudadanía despierta no descubra enseguida la maniobra. No se da la sorpresa. Es inaudita.

 Y dentro ya de la racionalidad y de la previsibilidad es preciso destacar que es imposible cambiar la realidad ideológica, jurí­dica o política, pues el capitalismo reproduce métodos de produc­ción que vician la ideología. La patronal se opone al  sala­rio básico anunciado, y pese a ello el Congreso intenta una ley. Consiguiendo su promulgación se altera la realidad política y jurídica, pero sin la voluntad de cumplirla no se produce ningún efecto. El sistema sancionador no es la solución.

 El nivel de una democracia se calcula por el hecho de que toda la ciudadanía esté relativamente insatisfecha. En España media sociedad está absolutamente insatisfecha, mientras la otra mitad rebosa de satisfacción. Pésima señal. Entre los que están satisfe­chos son estos de la patronal y en general quienes pagan salarios miserables. Por eso no sólo no ayudan, es que son un lastre que merecen los peores deseos.

 Y es que las infraestructuras, a las que pertenece el mundo labo­ral, influyen sobre las superestructuras cuyos principales actores son los gobiernos. Es decir, dependiendo de cómo se organice la sociedad para producir los bienes que necesita para vivir, así se construye su marco jurídico, político e ideológico. Pero no es posible desde la política en el capitalismo modificar los princi­pios reguladores. Es preciso modificar la mentalidad de los agen­tes de las infraestructuras para que los de la superestructura puedan regular a la sociedad. En España apenas pueden hacer algo los agentes de la superestructura para cambiar, no ya las relaciones de producción sino, lo que es más grave, la mentali­dad que respecto a Europa es asquerosamente obsoleta, y la animali­dad social y políticamente hablando sigue superando con creces a la racionalidad…

Jaime Richart

13 Febrero 2022                                                                                        

 

 

miércoles, 9 de febrero de 2022

UnUna nación desvertebrada

 He bebido en las fuentes de Ortega y Gasset desde edad intelectivamente muy temprana. La “España invertebrada” fue para mí una obra de cabecera a medida que iban desfilando a lo largo de los años todos los fenómenos sociales y de psicología social durante la dictadura. Pero también después, a partir de la construcción en falso de los cimientos del nuevo régimen allá por los años 1978. Sin embargo creo que algunas ideas de Ortega, no la de los “errores y abusos políticos” que le parecen poco interesantes y considera un error darle demasiada importancia en la patología nacional, sino la del “particularismo”, que tiene una expresión tanto política (con los movimientos separatistas catalán y vasco) como social (con la especialización de los gremios y las profesiones), en cierto modo está superada. Pues ese “particularismo” es efecto y no causa de la desmembración real. Los “particularismos” lo son por estar siempre adosados a la fuerza, nunca soldados. Euzkadi y Catalunya no son causa de la desvertebración. Siempre tratadas por el poder político, el judicial y por supuesto el militar, como territorios enemigos o a punto de serlo, esa clase de particularismo, como lo llama Ortega, es uno de los principales efectos de la desvertebración. Pues al no sentirse nunca comprendidos para formar parte de un todo, ni queridos, esos territorios se han sentido maltratados, y al considerarse autosuficientes para gobernarse por sí mismos, han deseado siempre desvincularse de quienes ven en ellos a sus opresores. Lo mismo que el hijo o la hija no deseados de familia necesitan emanciparse, salir de la familia porque se sienten capacitados para vivir independientes…

 Desde entonces, lo que por dentro hemos aprendido, leído y oído, y lo que seguimos leyendo y oyendo hasta hoy mismo de España, al margen de las reflexiones orteguianas, ha sido y siempre es, un relato tosco, paleto, cutre, grandilocuente, endogámico y pueblerino en el sentido más despectivo de la palabra. Todo cuanto se relata, por dentro, de lo español, del español, de la sociedad española y de su historia es antipático, sombrío, truculento, falseado constantemente. Quizá por eso, pocas cosas de España despiertan la simpatía del extranjero, salvo su naturaleza y la afabilidad del pueblo.

 Andando el tiempo, todo ello me ha parecido que debiera atribuirse al hecho de que la historia de la sociedad no da saltos ni presenta otros atajos en su evolución que las guerras entre naciones, en las que precisamente España no entró desde el siglo XVII. Pero no las guerras civiles; esas que, como la española, provocan es una involución difícilmente reparable. Desde donde mejor se divisa la verdadera imagen de España es desde América Latina. Desde allí, se advierte con más nitidez sus pasadas conquistas y genocidios, la interpretación sesgada del cristianismo que vomitó una aberración: la Inquisición; la hegemonía de ricos y potentados sobres los demás, descaradamente siempre fomentada por la jerarquía del cristianismo miserable; una dictadura de 40 años y ese no participar España en las dos guerras mundiales, termina todo proyectando hacia el exterior una imagen de España de constante atraso en lo social, en lo político y en lo moral, respecto a los países europeos. Todo lo que hace siempre imposible el pacto social, es decir, la compactación de la sociedad española girando alrededor de un eje diamantino celebrado por todos, porque no existe. Al decir de Mommsen que razona sobre la Roma eterna, el vacío de ese eje es la falta de un dogma nacional, un proyecto sugestivo de vida en común”, como en Francia es la República.

 Algo que se explica fácilmente por la eterna y proverbial erótica del poder allá donde se instala, pero también por el miedo sostenido de una sociedad mucho más acostumbrada a la opresión que a la libertad. Hasta tal punto me parece que esto es así, que la sociedad española nunca acabará de vivir en verdadera paz. El odio más o menos soterrado o a la luz del día la socava en ambas direcciones de manera permanente.

 Ya sabemos que España y sus nacionalidades, reconocidas o no institucionalmente, son ricas y atractivas en muchos aspectos, principalmente en el de la visita o la permanencia de estancias más o menos largas (a lo que nos apuntaríamos todos). Lo que sí en cambio nunca deja de ser actual es el odio a los mejores y la escasez de estos. He aquí la razón verdadera del gran fracaso hispánico. El caso es que la impresión general que a distancia ha de producir España a los habitantes de otras naciones es la de una nación condenada al atraso; el atraso en cuanto a la imprescindible sintonía o empatía de la población entre sí, trascendiendo ideologías políticas y religiones, para convivir en una nación reconocible como respetable por el mundo entero.

 Jaime Richart

6 Febrero 2022

 

 

 

sábado, 5 de febrero de 2022

Vayamos preparándonos…

 Con un sentido de la realidad no contaminado por factores ajenos a dicho sentido, como la ilusión, el miedo, el deseo o el ansia debemos prepararnos para un gobierno franquista con mayoría absoluta en las próximas elecciones generales. Convendrá ir tomando posiciones…

 La inteligencia no está, ni estará más adelante, en tratar por todos los medios de evitarlo por vías regulares o clásicas de tiempos electorales, como la propaganda y las campañas. Ya está escrito. En árabe, maktub. Y no habrá ningún modo de evitarlo, porque ya, desde ese periodo que llamaron transición modélica” de los años 1978, empezaron a prepararse los candidatos” en aquella y sucesivas fases sin tener entonces la precisa idea de quienes serían los protagonistas. Lo importante entonces era propulsar la ideología franquista de manera progresiva y madurándola poco a poco. Mientras tanto las facciones del franquismo moderado representado por los conservadores” de la derecha, que necesitaban por supuesto a Europa, a la CE y sus ayudas (aunque las directivas de ésta se las hayan pasado sistemáticamente por el forro) hacían su agosto, expoliando al gusto las arcas públicas a lo largo de los veinte o treinta años siguientes.

 Clave de este proceso, que ya desde el día siguiente era de fácil vaticinio, eran los siguientes datos: 1 mismo ejército, 2 mismos cuerpos policiales, 3 mismo cuerpo judicial. Ninguno de los tres estamentos, y principalmente este último, pasaron por una especie de PCR ideológica que acreditase su mentalidad democrática. Todos eran hijos, nietos o familiares de jueces, y así ha seguido hasta ayer. Los pocos que entraron sin esos antecedentes y han tratado de desmarcarse en sus sentencias del espíritu autoritario y autoritarista tomándose en serio la Constitución y en general el espíritu de la ley, tarde o temprano han sido expulsados, apartados o relegados de la judicatura. Pues el cuerpo judicial, clave de todo sistema sociopolítico, no fue depurado. Ni tampoco pasó por un proceso intensivo de democratización que invitase a abandonar ese espíritu franquista de la una, grande y libre que durante 40 años había calado a la fuerza hasta los huesos, en todos aquellos que ostentaban alguna clase de poder. Y nadie más que los jueces lo tenían, y lo tienen en España, pues sin prácticamente, tanto entonces como ahora, vitalicios.

 Por otra parte, el periodismo no ha contribuido en absoluto a la democratización. Se ha limitado a vigilar que se mantuviese a ultranza el bipartidismo arremetiendo contra todo conato de radicalismo de izquierdas que lo socavase. En estas condiciones ¿cómo podía esperarse algo distinto de lo que ha venido sucediendo y sucederá? Por eso hablaba al principio acerca de la facilidad del vaticinio, vista la estrategia o la trama, tras la muerte del dictador desde el principio hasta hoy.

 Esta visión o percepción del sombrío panorama general lo mantuve desde la mañana en que se aprobó la Constitución hasta la irrupción de un nuevo partido político dispuesto a corregir o a desviar por el camino correcto a quienes se habían manifestado como progresistas a ultranza, pero apenas materializaron en treinta años otra progresía que la de la inercia de los tiempos y la adhesión de España a la Comunidad Económica Europea. Pero en cuanto reparé en la suerte que le esperaba a ese partido emergente y auténticamente socializante; en cuanto presencié la reacción del periodismo dominante, regresé a los cuarteles de invierno y del más patético desencanto que se pueda imaginar…

 Todo ello explica en buena medida lo que ha ido sucediendo año tras año. La derecha, y luego cuando ya se ha incorporado sin tapujos la ultraderecha, no han hecho otra cosa desde 1978 que recurrir a los tribunales toda ley, todo decreto, toda norma, desde el día siguiente cuando la izquierda nominal se alternaba con ella. Pues tenía la certeza de que, por el mismo conservadurismo franquista que compartían con los demandantes o recurrentes, les iban a salir bien sus demandas y recursos. Sobre todo en los asuntos cruciales. Como crucial fue y sigue siendo el procès catalán, o la benevolencia de la justicia con los ladrones o los prevaricadores de la derecha.

 Ahora la derecha sigue al parecer por delante de la ultraderecha. Pero incluso en Europa los vientos soplan a favor de ésta. Sus correligionarios no tienen prisa. Y de acuerdo con la paciencia técnica, ésa que supuso esperar el momento oportuno a hacerse “necesarios” por su determinación militarista, en menos de dos años los vamos a tener en la Moncloa en sus dos versiones del franquismo, el de los franquistas moderados y el de los franquistas emparentados con el fascismo y el nazismo…

 Jaime Richart

 2 Febrero 2022

viernes, 28 de enero de 2022

Feminismos

 En todas las religiones monoteístas, en todas las ideologías y en todos los movimientos sociales, hay una vertiente del “ismo” buena y otra mala. Eso es lo que pasa con el feminismo. Hay dos clases de feminismo. Uno bueno y otro malo. Un feminismo equilibrado y justo por la larga historia de esfuerzos individuales y colectivos dirigidos a equilibrar el protagonismo entre el hombre y la mujer en las diferentes esferas y estructuras de la sociedad; es ese feminismo que aspira a que la vara de medir de los derechos, dignidad y retribuciones sea la misma para mujeres y para hombres, en igualdad de condiciones. Los primeros movimientos de los tiempos modernos, datan de mediados del siglo XIX en Francia.

 Se puede decir que este tipo de feminismo ha culminado su desarrollo con éxito en todas las sociedades occidentales. Lo que quede de él considerado como inoperante o fallido, se supone es ya residual. Pues no hay ser humano razonable que no lo comparta, no hay argumento alguno suficientemente sólido que debilite su sentido y su traducción a la praxis, no hay país en cuya legislación no esté más o menos presente ya y desde hace mucho, el reconocimiento de la más absoluta paridad entre el hombre y la mujer. La parte de las aspiraciones del movimiento que eventualmente no se haya hecho realidad, no depende de omisiones o deficiencias de las leyes o de las instituciones, sino de la historia, del nivel cultural y de civilidad de las poblaciones. En suma, de la idiosincrasia y circunstancias de cada nación.

 De otro lado hay un feminismo exacerbado, desestabilizador, abominable, en una sociedad ya de por sí convulsa como España que pretende suplantar el odioso y ancestral protagonismo y predominio en exclusiva del hombre en el desempeño de tareas y actividades de las que radicalmente la mujer estaba excluida, por el no menos odioso protagonismo y predominio exclusivo equivalentes de la mujer sobre el hombre.

 Es éste un feminismo que va mucho más allá de los legítimos fines del otro, produciendo un rechazo generalizado en la población en lugar de concitar adhesiones. Un feminismo que, sugiriendo un revanchismo de género y sin discriminar en las relaciones hombre-mujer, tilda de machista cualquier actitud del hombre que no sea la de su sometimiento a la mujer; convirtiéndose en su opuesto, es decir en la versión hembrista del machismo; un feminismo que ha llegado al absurdo de tratar de alterar la sintaxis y de socavar la estructura interna filológica de la lengua castellana para realzar absurdamente la figura femenina, a estas alturas de la historia; un feminismo, en fin, que no sólo no es tomado en serio entre la población aún progresista, sino que produce efectos contraproducentes en las ideologías de izquierdas pues concita en estas la sensación de tener ante sí a un movimiento paralelo social grotesco y ridículo,  una especie de conjura de mujeres en España que en la historia de la prevalencia del hombre sobre la mujer, busca el más mínimo pretexto para tratar la mujer al hombre a la baqueta.

 Por otro lado yo me pregunto qué pensarán, qué dirán los homólogos feministas de otros países que comparten el origen latino de su lengua con la española, a propósito de llevar tan lejos esa pretensión de las actuales feministas de revolcar el habla y la escritura españolas desdeñando el inclusivo y complicando considerablemente el manejo del idioma…

 Jaime Richart

 27 Enero 2022

 

martes, 25 de enero de 2022

El huevo de la serpiente

 Leo por ahí que unos 500 o 600 clones dotados de inteligencia artificial han sido creados para dominar a los dirigentes de toda clase: políticos, económicos, militares, religiosos, etc del mundo.

 Ni creo, ni creo que debamos dar crédito con los ojos y los oídos cerrados, a esto, y a nada. Porque problema añadido que nos embarga es un tumultuoso universo de noticias falsas que en nada se distinguen de las que pasan por verdaderas y creíbles, que nos obliga a considerar que tampoco de esta clase las hay. Porque no podemos considerar como tales a las salidas de las Agencias de información mundiales que dominan el asunto, y todos los medios de comunicación beben las fuentes de ellas. Pero sírvanos el dato de esos clones reales o imaginarios, y cuantos surjan en adelante de las profundidades de la imaginación para una cosa: prepararnos en lo posible para el sálvese quien pueda

 La derechización galopante de los gobiernos europeos que dejan atrás y en mantillas el socialismo degradado desde hace mucho, es otro dato sólido a tener en cuenta. De modo que, antes de que sintamos una enorme presión psicológica individual y colectiva por medidas político-sanitarias relativas al asunto del momento, el proceso de sometimiento gradual en intensidad y progresivo de las poblaciones vendrá determinado por el triunfo, en unos casos, y la consolidación, en otros, de las derechas y de la ultraderecha en el poder ejecutivo de las naciones que serán el huevo de la serpiente al ir transformándose luego fácilmente en poder militar por razones de excepcionalidad”…

 Hay tres pretextos claros para reconducir al planeta por donde quieren unos puñados de iluminados, de depravados o de aburridos de su existencia podrida por el dinero

 El primer pretexto es, la  demografía disparada; demografía que, de acuerdo a un sistema lamentable y torpe de mercado libre falso pero eficaz, los poderes del mundo han sido incapaces de controlar en función de los recursos de toda clase pese a la globalización o precisamente por culpa de ella.

 El segundo pretexto es la alta tasa de longevidad. La gran paradoja del siglo XXI y XX. Porque curiosamente ese logro ha sido perseguido por la ciencia de la gerontología durante decenios.

 El tercer pretexto es una convencional pandemia de tintes caóticos en su manejo por el poder político-sanitario. Pretexto a todas luces, porque las medidas gubernamentales a que el poder médico les ha forzado, no guardan ninguna proporción con los efectos colaterales en la salud pública y la economía individual, ni tampoco con lo efectos directos del número manipulado de fallecimientos.

 El cuarto pretexto también lo es, pero sólo parcialmente. El desastre climático -que no simple cambio climático- es otra excusa en parte porque, dando la impresión de estar siendo controlado el clima por medios tecnológicos desde hace lustros o decenios al igual que el propio virus que repentinamente ha puesto al mundo patas arriba, tiene una altas dosis de verosimilitud y de realidad natural, aunque no por el comportamiento del microbio al que no le afectan variables de temperatura, altitud o humedad que desde siempre han sepultado a destruido a todos los virus que atacan a las vías respiratorias.

 Verosimilitud ésta manifiesta, porque la saturación inequívoca de la biosfera es un hecho que nadie puede negar. Saturación originada por muchas causas, todas provenientes de la necia conducta humana. Pero no humana en el sentido de la responsabilidad de los miles de millones de humanos comunes que existen en el planeta. Sino conectada a la torpe conducta de los miles, centenares de miles o millones de dirigentes de los distintos planos de la vida pública y económica, que lo controlan descontroladamente. Control descontrolado, porque no han ejercido ese control para aminorar los desastres consecuencia de los abusos, sino para su enriquecimiento y sus ansias de poder. Pues es evidente que no han movido un solo dedo para combinar con inteligencia los efectos escandalosamente visibles, manifiestos y nocivos del progresotecnológico y de toda clase, con medidas previsoras y racionales que los fuesen amortiguando y ajustando a las proporciones debidas para evitarlos.

 Resumiendo, ¿qué confianza podemos tener, en fin, los seres humanos que no hemos perdido la cabeza por la degradación o por el pánico inducido, en gentes que desde toda la existencia de la Humanidad conocida no hicieron otra cosa que alternarse unos cuantos genios con infinitos actos de bestialidad?

 Jaime Richart

26 Enero 2022

sábado, 22 de enero de 2022

Los niñatos

 Dejémonos de cortesías, de lo políticamente correcto y de eufemismos. La sociedad humana y el planeta están a punto de estallar… Dejemos a un lado las tres cosas y reconozcamos que si hay una cosa clara en todo esto es, que seres humanos planearon primero y luego decidieron no dejar al azar el curso natural de la sociedad humana afectada por una cada vez más insoportable demografía y un cambio climático aniquilador que, tal como discurre todo, quién sabe si no viene agravado por ellos. En todo caso, sean quienes fueren los autores (llegado a este punto las cosas es indiferente pues nunca se encontrarán pruebas concluyentes y tampoco se constituirá un tribunal tipo Nuremberg para exigirles que rindan cuentas en términos de lo que se entiende por justicia penal), todo parece indicar que la abominación ya no tiene marcha atrás.

 El caso es que una organización criminal repartida por el mundo ha conseguido en marzo de 2019 la complicidad de epidemiólogos aburridos y de gobiernos compuestos de niñatos; epidemiólogos que ven el mundo y a la sociedad solo a través de un microscopio, y niñatos de la ignorancia propia de quienes viven ciegos por las ansias de poder y enredados en la erótica del poder. Ambos colectivos, epidemiólogos y gobernantes, por esas limitaciones del entendimiento son incapaces de pensar con frialdad en situaciones extremas, como pueden ser una guerra o  la colosal impostura que atravesamos y que envuelve a una pandemia, supuesta o real, y a ramificaciones concretadas en vacunas reales o supuestas, más bien lo último, y no han opuesto resistencia alguna a dejarse abducir por esa organización criminal en la sombra: han obedecido y visto ventajas, y punto.

 La dudosa catadura de esos niñatos no cobra importancia en el desempeño de la política y de la epidemiología en situación de “normalidad” en los asuntos habituales propios de la política habitual. Y no la tiene, o es secundaria, porque en realidad la mayor parte de quienes pertenecen a la clase política se parecen demasiado entre sí como para distinguirlos hasta que llega el momento de la prueba que es gobernar. Es entonces cuando descubrimos que vienen a ser una misma cosa. Puede que la mayor o menor tendencia a la rapiña propia, sobre todo de las naciones en que, como España, se encuentran en la fase anal de la democracia burguesa, marque las diferencias entre unos y otros bandos. Pero su misma calaña se hace ostensible cuando pasan de ser aspirantes a gobernar, a gobernar efectivamente. Eso lo presenciamos legislatura tras legislatura, década tras década. Todos prometen e incumplen y mienten porque saben bien que los poderes fácticos son una barrera infranqueable. Pero nunca renuncian. Prefieren la farsa y la mayoría no sabría qué hacer fuera de de la arena. Y ahí permanecen los gastos suntuarios, el despilfarro, el desprecio de la pobreza y, tarde o temprano el saqueo de las arcas públicas. Todo eso son las señas de identidad de los políticos. Razones por las que el filósofo Epicuro aconsejaba a sus discípulos de la Academia: ¡lejos de la política! Es proverbial, aunque no tiene consecuencias, que, en los asuntos de la política ordinaria, el modo de ver y de hacer las cosas los políticos choca con la percepción de la inmensa mayoría de la población y con su condición natural. Pero todo sigue igual.

 Por otra parte, en buena medida por la ceguera citada provocada por la ambición desmedida de poder, y también por su inmadurez (no hay ancianos en las instituciones) ambos especímenes, políticos y epidemiólogos, son ajenos a la verdadera naturaleza de las cosas, a los secretos de la vida y a las profundas motivaciones que anidan en la psique de los mayores, sea cual fuere su nivel de formación. Pero se permiten dar lecciones de vida a quienes les dejan muy atrás en edad. ¡Qué sabrán ellos! De modo que si no hubiera sido por la deliberada intención de que el pánico se apoderase de la población cuando los gobiernos y sus cooperadores necesarios, los medios de comunicación, el periodismo, pusieron en marcha un escandaloso e irracional estado de alarma que no se compadecía con los efectos colaterales que habrían de causar, la población anciana hubiese permanecido casi impertérrita ante una amenaza más pero no más peligrosa, en el ocaso de su vida. El apego a la vida, el interés por la vida van disminuyendo proporcionalmente a medida que se envejece. Por lo que llega un momento en que sabiendo positivamente que le queda poco tiempo de vida le es indiferente al anciano morir por una causa o por otra. Lo que desea por encima de todo es tranquilidad; esa tranquilidad que el poder político manejado por titiriteros le arrebató. El instinto de supervivencia está relacionado sólo con la reacción neurológica que vence a la pasividad en un momento puntual de peligro cierto de perder la vida. Pero lo único que desea el anciano es, mientras tiene movilidad, desenvolverse con libertad, y llegado el momento supremo no sufrir. En infinidad de casos late en su interior, primero un deseo vago y luego, poco a poco, un deseo firme de abandonar la vida. Y con mayor motivo cuando las condiciones naturales y los sufrimientos morales, entre los que se encuentra la soledad, acentúan considerablemente el desapego. Nada de esto tuvieron en cuenta los niñatos que propulsaron no un estado de alarma, sino un auténtico estado de pánico que reavivó el apego a la vida a millones de ancianos pero destrozándoles antes el ánimo, debilitando sus defensas inmunológicas naturales y desorientando de paso a toda la sociedad.

 En resumen, desde hace mucho monstruos del mundo de los vivientes viene tramando un plan para manejar la demografía. Y  hace poco pasaron a la acción. Esos políticos, esos epidemiólogos y esos criminales que financian el experimento a escala planetaria, son los niñatos que ignoran o quieren ignorar la condición y la naturaleza de los ancianos, para abusar de ellos y para desalojarles de las cuentas pasivas de los estados. Y como el resto de la población las ignora también, ni unos ni otros llegan a la comprensión, ni les interesa llegar, de los registros mentales y anímicos del anciano. De ahí la más absoluta confusión reinante. De ahí que aparenten unos y otros preocuparse por ellos, con pamplinas: la coartada perfecta para su trama criminal…

 20 Enero 2022

 

La dictadura médica

 La Medicina es un estrato de la sociedad muy peligroso. No es una excepción a la regla general de la corrupción subrepticia respecto al resto de los estamentos. Y es muy peligroso porque, mientras los demás (salvo el intocable estamento militar) están siempre bajo sospecha y hay mil ojos al acecho de la comisión del delito escondido bajos los pliegues de la solemnidad y la honestidad, la Medicina, los médicos y el poder médico sobrenadan en las sociedades precedidos de una convención, de un supuesto y del convencimiento generalizado en todas las poblaciones de occidente de que su papel, su oficio y su misión son los más desinteresados y excelsos de todos los posibles. Y aquí es donde se entierran las raíces de su peligro. Una percepción parecida, o exactamente igual, a la que se ha tenido durante siglos respecto al estamento clerical dedicado, en nombre de Dios, a la salud de las almas

 Por supuesto, como en todas las actividades humanas, hay de todo. Por supuesto que hay legiones de médicos que ejercen su profesión con el máximo celo, la máxima generosidad y dedicación a ayudar a los seres humanos. Pero, como en todo, siempre ha habido individuos practicantes de la Medicina que van más allá de los objetivos sanadores que se les atribuye. Individuos que han tomado otros caminos mucho más excitantes para ellos, con independencia de su ambición económica que quedaba en un segundo término. Me refiero a esos que han dado rienda suelta a otra tentación pavorosa: la del ejercicio del poder sobre los demás llevada a sus últimas consecuencias. De ahí en buena medida, la oposición a las Medicinas alternativas que no aprueban los Colegios. Y aún mucho más allá. En el campo de la psiquiatría no hay más que consultar a Foucault sobre las atrocidades cometidas en nombre de la Salud en siglos pasados. Y qué decir de tantos médicos nazis que en los años 1940 experimentaron bárbaramente con seres humanos…

 La dictadura de la Medicina es mil veces peor que una dictadura militar que, una vez consolidado el golpe de Estado, se asienta. La dictadura médica perdura a través del tiempo sin despertar nunca sospechas, por lo dicho de su exclusiva y supuesta noble dedicación. Mi visión mezcla de experiencias familiares, paciente observación e investigación, me permiten asegurar, con la misma desvergüenza y rotundidad que esos periodistas y esos medios que mienten con datos manipulados, que el mayor error que una persona puede cometer hoy día,s que nunca, sobre todo si es ya mayor, es internarse en un Hospital o en un Centro de Salud.

 No es este el sitio ni el momento para hacer una relación de casos atroces de la historia de la medicina sobre el comportamiento combinado entre el poder médico y el judicial. Pero lo cierto es que, si se conociesen masivamente de primera mano muchos de esos casos, el pánico y la indignación que desencadenaría en las naciones llevaría a estas a la revolución de toda la vida

11 Enero 2022